Doce abuelas by Pablo del Río

Doce abuelas by Pablo del Río

autor:Pablo del Río [Río, Pablo del]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00


* * *

QUE ESTÉ HACIENDO cola junto a tres personas en la carnicería de Ramón no quiere decir que mi intención sea adquirir media tienda para pasar el resto de las Navidades. Mi propósito no tiene nada que ver con la carne animal, sino con la humana. Mis verdaderos intereses van dirigidos a un habitáculo empotrado en el pasillo que se adivina por detrás del mostrador. Concretamente una cámara frigorífica a la que Ramón accede de vez en cuando para sacar piezas enormes con sus potentes brazos y colocarlas sobre la mesa de operaciones. Ayudado de un híbrido entre cuchillo y hacha, rebana unas piezas más pequeñas que deja en el mostrador refrigerado y retorna las originales a la cámara.

Tendré que esperar a que el local se despeje. Mientras haya clientes, me será imposible hablar con él de lo que he venido a tratar. Necesito una discreción absoluta. Esperaré hasta el cierre si es necesario.

Aprovecho el momento oportuno y pongo en marcha un talante que siempre da resultado en estos casos: hacerse el ingenuo.

—Me llamo Adolfo y era amigo de Ricardo —suelto a modo de saludo.

—Ah, sí. ¿De Madrid?

—Sí, del barrio. —Por acción u omisión, me estoy acostumbrando a mentir a todo el mundo.

—¡Vaya faena! —Ramón menea la cabeza lamentándose—. Está todo el mundo que no se lo cree. Bueno, al menos ha muerto en su pueblo. Era un buen hombre. Ha sido una verdadera pena.

—Sí, un gran tipo. El corazón nunca avisa. —Indico una bandeja repleta de salchichas. Acarrearé con carne que no necesito con el único fin de que nuestra conversación tenga un cariz de espontaneidad—. Esas salchichas tienen buena pinta. Me llevaré medio kilo. —Hago una pausa—. ¿Lo vio usted en la carnicería o por el pueblo los días que estuvo aquí?

—No. Este año no. —Señala con el dedo en dirección a las dos pilas de salchichas—. ¿Blancas o rojas?

—Rojas, aunque las otras tampoco tienen mala pinta. —Ser simpático y valorar el producto es la mejor manera de preparar el terreno. Nada como adular a alguien para que repliegue sus defensas.

Ramón corta la ristra por donde considera oportuno y la deposita en la báscula.

—¿Sabe? Llevo aquí unos días y he escuchado todo tipo de rumores —sondeo.

—¿Sobre qué? —replica concentrado en la pantalla de la báscula.

—Su muerte. Yo no tengo tan claro que le fallara el corazón, íbamos juntos al gimnasio y nunca me dijo que tuviera un problema cardíaco.

—Yo tampoco lo sabía. Mercedes y Beatriz vienen mucho por aquí, y ninguna de las dos me había comentado nada. —Envuelva las salchichas y deposita el paquete sobre el mostrador—. ¿Va a querer algo más?

—Sí, carne picada, otro medio kilo. —Hago otra pausa—. La tía Mercedes dice que lo vio congelado en su casa. Yo no la conozco mucho, pero dicen que está un poco… trastornada.

Ramón corta un trozo de carne y lo introduce en la trituradora. A continuación, coloca un papel debajo y el picadillo va cayendo como si fueran gusanos en plena estampida.

—Sí, dice que se lo encontró hecho un témpano de hielo.



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